Contaminación acústica en los establecimientos
escolares
Las escuelas y otros establecimientos
educativos suelen exhibir condiciones acústicas muy deficientes. Dos elementos
se combinan para ello. El primero
es un excesivo ruido de fondo (el ruido de fondo es el ruido presente en un
ambiente cuando
se han suprimido los sonidos correspondientes al uso normal del ambiente). El
otro, la excesiva reverberación. La reverberación surge cuando las superficies
interiores de un recinto (en este caso un aula) son muy reflectantes del sonido.
En ese caso, el sonido originalmente emitido por una fuente sonora se refleja
múltiples veces, superponiéndose a los nuevos sonidos. Esto implica que el nivel
sonoro total se incrementa notablemente. Las fuentes de ruido típicas en un aula
son varias. En primer lugar, nuevamente, el ruido proveniente de la circulación
de vehículos, particularmente en las aulas que dan a la calle. La falta de
sistemas de ventilación apropiados hacen que en épocas calurosas deba trabajarse
con las ventanas abiertas, reduciendo enormemente la atenuación. Luego tenemos
las actividades dentro de la propia escuela que acontecen fuera del
aula en cuestión, por ejemplo el ruido de los pasillos, incluyendo el derivado
del movimiento de personas o sus conversaciones, los sonidos provenientes de
otras aulas o de otras actividades curriculares (por ejemplo, educación física o
musical), las
actividades de limpieza o mantenimiento. Finalmente, las actividades que tienen
lugar en la propia aula, accesorias a la
transmisión de información docente-alumno: el movimiento de los alumnos o sus
comentarios, risas o conversaciones aunque sean a media voz, el ruido de los
útiles, papeles, etc., de objetos que caen al suelo, de ventiladores ruidosos,
de iluminación, etc.
Todos estos ruidos implican varias consecuencias que afectan directamente a la
salud y la calidad del servicio prestado.
Al ser el nivel de ruido elevado, se pierde o deteriora la inteligibilidad de la
palabra. Eso lleva a los docentes a procurar elevar la voz en un intento
consciente o inconsciente de enmascarar al ruido ambiente, lo cual sin un
adecuado entrenamiento vocal generalmente provoca disfonías que pueden llegar a
convertirse en crónicas. A esto se agregan posibles problemas de hipoacusia
causados por los elevados niveles sonoros que prevalecen en el ámbito escolar.
Una consecuencia de la interferencia a la palabra es la perturbación del proceso
de enseñanza-aprendizaje, y esto es particularmente problemático en el caso de
los niños pequeños que están en el proceso de adquisición del lenguaje. Así, las
palabras nuevas o difíciles pueden ser mal asimiladas, lo cual puede inclusive
provocar o potenciar casos de dislexia. El rendimiento intelectual también se ve
afectado en presencia de un elevado ruido ambiente. No sólo se ve afectada la
asimilación y fijación de conocimientos sino que además la capacidad de
razonamiento lógico o de realizar asociaciones o correlaciones se ve
perjudicada. Existen investigaciones que muestran que en aulas expuestas a mayor
ruido el rendimiento escolar medido con pruebas estándar es peor que en el caso
de aulas interiores acústicamente más protegidas.