Es necesario establecer las coincidencias -que en este mundo crean cosas muy notables y muy particulares- el Dr. Susini propietario casi -diríamos así- del Teatro Coliseo y los empresarios eran Mocchi y Da Rosa llegaban a Buenos Aires con su gran compañía de ópera. Cuando ellos llegaron nosotros llegamos ya a la culminación de nuestros trabajos en materia de comunicaciones y Susini –que fue la idea de él- nos dijo: ¿por qué no instalar uno de los equipos que nosotros habíamos construido con gran trabajo y que tenían características muy particulares. Dichos equipos (…) que habían llegado ya a una perfección muy notable: el viejo ruido de fondo había desaparecido y la calidad de la transmisión era notable. -¿De la primera transmisión? –pregunta el periodista. –Las transmisiones que ya se habían logrado, después de mucho trabajo, con esas válvulas nuevas llegadas de Europa. Entonces Susin dijo: -¿por qué no aprovechar esta temporada de teatro para hacer una transmisión por radio? Evidentemente Susini dice que sí pero nosotros decimos que no, en ese “que sí” imaginó la proyección que eso iba a tener en el mundo, nosotros –yo confieso –modestamente-, que nunca la imaginé y yo estaba obsesionado por el proceso físico en su esencia y por la perfección de esa transmisión pero, nunca imaginé que eso iba a constituir lo que después se estableció como un hito extraordinario y sorprendente, que marca una etapa en la vida contemporánea, este medio de comunicación que tuvo –después con el tiempo- una proyección realmente asombrosa. Periodista: -¿Esa fue exactamente la primera comunicación radial sin hilos? – -Sí, eso no se ha dejado claramente establecido, pero yo insistí y nuestros compañeros también porque vivían el cincuentenario de la primera transmisión que la única transmisión habida con anterioridad era en Londres, una transmisión hecha desde un laboratorio, (con la voz) de la Melba –una cantante de la época- y en una transmisión ocasional, que evidentemente tuvo un valor puramente científico. Lo nuestro fue la iniciación de una transmisión, de una ópera, que continuó ininterrumpidamente durante todo el año y siguió después, vale decir que era la transmisión que todo el mundo podía oír en el “broadcast” como le llamaron los norteamericanos, posteriormente, y la “radiodifusión” como le llamaron los argentinos más tarde. Vale decir que se supo que había en el aire, en el ambiente, en el “éter”, una señal que podía ser captada por cualquier persona que tuviera un equipo receptor de radio.
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