FRANCISCO PASCASIO MORENO, el perito

 

La obsesión de Francisco P. Moreno era la de hacer de la Patagonia “un verdadero emporio de riqueza austral, al mismo tiempo que una concentración de recursos de todo orden para el desarrollo y la defensa de los territorios del sur”.

Este explorador, geógrafo y antropólogo, que se inició como autodidacta pero a lo largo de su trayectoria profundizó y consolidó su formación con tanto fervor como el que puso en su acción práctica, perteneció a esa calidad de hombres que fundían su obra con los intereses de la República.

Sus exploraciones precedieron a la victoria militar sobre el aborigen y anticipó que su mera derrota no implicaría afianzar definitivamente la civilización.

Moreno destacó el avance de la frontera realizado por el general Roca

Haciendo suyo el plan de Rosas y después el de Sarmiento, plan a la norteamericana el de este último, pues junto con las armas de guerra quería llevar las armas de la paz y de la ciencia. De ese modo se lograba un exacto conocimiento de las condiciones del suelo para su aprovechamiento inmediato [...] la fuerza del arado que abre la tierra sedienta. Esta era la única arma necesaria para conquistar el valle capaz de dar bienestar a millones de hombres una vez estudiadas esas tierras como lo proyectaba Sarmiento.

 Moreno concebía su actividad científica como un militante; lo contrariaba la irrealización de su país y era consciente de que no investigaba un pasado muerto sino un presente que lo contenía dolorosamente. Luego de su primer viaje al Nahuel Huapi expresó: 

Mi pesimismo estaba en la verdad: treinta y cuatro años han transcurrido desde que el cacique Nacuncheo desapareció defendiendo el suelo en que nació, desde que con medios violentos, innecesarios, quedó destruida una raza viril y utilizable y desde esa fecha, aun cuando y hay en la región florecientes pueblos y la cruza en parte el riel, estorban su progreso concesiones de tierras otorgadas a granel a potentados de la Bolsa, una vez que la frontera avanzó lo que hace que decenas de leguas estén en poder de un solo afortunado.

En otras consideraciones destacó:

La filosofía indígena respecto a las relaciones entre los “dueños de los campos” y los usurpadores, los blancos, les impone la venganza, pero ésta no se realiza con tanto horror por parte de ellos como por parte nuestra. El indio es tradicionalista, recuerda en sus “parlamentos” los fusilamientos en masa de sus ascendientes, realizada por las fuerzas del tirano Rosas, y tiene muy presente las que se realizaron casi a diario durante la Campaña del Desierto en los últimos veinte años.

También subrayó que en ese territorio era posible extender la colonización y establecer centros de producción importantes, pero “siempre que cese la actual forma de distribución de la tierra pública y se entregue ésta  los que puedan hacerla valer por el trabajo personal”.

Recomendaba el desarrollo de vías de comunicación entre los Andes y el Atlántico, la implantación de explotaciones forestales y la extensión del ferrocarril desde la zona andina, incluyendo el Chubut, el Neuquen y Río Negro, hasta el puerto de San Antonio, que vislumbró sería para aquellas regiones lo que Rosario para el norte del país.

La contribución científica para la elaboración de la cartografía patagónica, y otros valiosos datos sobre sus recursos naturales y ampliación de vías férreas, que Moreno aportara en 1885 inspiraron a Ezequiel Ramos Mejía al geólogo norteamericano Bailey Willis para realizar diversos estudios de factibilidad, que culminaron en el célebre plan “Ciudad Industrial de Nahuel UPI”.

Otro rol sobresaliente cumplió Moreno en la delimitación de la frontera con Chile. El árbitro inglés, coronel sir Thomas Holdich, en una carta que le enviara en 1902, sostuvo: “He afirmado repetidamente que todo lo que obtenga el Gobierno Argentino al Oeste de la división de aguas continental, se deberá exclusivamente a usted”. Moreno evidenció en la demarcación de los límites fronterizos una diplomática astucia, perseverancia, coherencia, profundos conocimientos y una serenidad que en otros capítulos de su vida fue suplantada por la pasión o el ímpetu.

Como se advierte, esta multifacética acción fue desde todos lo ángulos productiva y beneficiosa para el país. En ella, sobresalen matices de calidad literaria, y la aventura –que en ocasiones pudo costarle la vida- estuvo al servicio de la investigación. Moreno realizó dos importantes expediciones a la Patagonia (en 1875 y en 1879), además de otros viajes más breves, como el de 1873 a Patagones y el de 1874 a Santa Cruz, en el bergantín Rosales, con Carlos María Moyano y el naturalista Carlos Berg.

Interesante fue su aporte para precisar las distintas nominaciones de los aborígenes:

Se ha hecho siempre confusión con las diferente denominaciones de las tribus de raza araucana, y hasta se ha deducido mal el significado de algunas. Se habla mucho de puelches, mamuelches, de ranqueles o ranquelches, de pehuenches, de aucaches, de huiliches, etcétera, y a veces se han hecho variedades cuando todos pertenecen a l misma raza, siendo aquellos nombres tomados del paraje en que viven, y es así que un puelche, que llegue del este puede ser huiliche alejándose al sud (gente del sur).

Los mamuelches (gente de los bosques), los ranqueles (gente de los carrizales), toman sus nombres del paraje en que viven pero son puelches (gente del este) par los que habitan más al oeste. Para los puelches, los moluches, son los que ocupan las faldas andinas indistintamente mientras que para éstas que habitan el lado chileno, las del argentino son puelches. Para los que viven en el lago Nahuel Haupi, son picunches (gente del norte) los que acompañaban antes en el Neuquen, etcétera.

Con el patrocinio de la Sociedad Científica Argentina, en 1875 emprende un prolongado viaje que inicia en un tren hasta Las Flores, continua en diligencias hasta Bahía Blanca, y desde allí a caballo hacia Patagones, la costa del río Negro hasta su confluencia con el Limay y el Neuquen, y luego hasta las tolderías de Saiyhueque, de quien será huésped.

Continua hasta el Nahuel Huapi, sin poder cruzar  Chile porque los aborígenes, como lo hicieron con Musters, se lo prohíben. Querían impedir que descubriera los pasos cordilleranos por los que trasladaban el ganado robado en la provincia de Buenos Aires hacia el país vecino.

En viaje de regreso a Buenos Aires, en Chichinal se entera que la indiada estaba organizando un gran malón. En el camino encontró un grupo de nativos descansando y les hizo creer que era un chileno comprador de ganado.

-Y...¿mataron muchos cristianos? –les preguntó-.

-Muchos, y entre ellos un comandante.

-¿Sabe su nombre?

-Sí. Turao.

Reprimió un expresión de pesar “¡Pobre mayor jurado!-pensó Moreno-. Me había despedido en el Azul temeroso por mi vida [...] yo le había contestado: ¿Quién sabe a cual de los dos matan primero?”.

También se enteró del asesinato del mayoral de la mensajería y del degüello de una “hermosa joven”, que para no caer cautiva se escondió debajo de un carreta.

Francisco P. Moreno pensaba con desesperación “¡y tales hecho iban a repetirse muy pronto!”. Se propuso galopar cuanto antes y avisar del malón en ciernes. Como no tenia caballos suficientes se propuso arrear por sorpresa a los que traían los indios. El y su asistente, un blanco “de pelo en pecho, ensillan despacio y, ya montados, atropellan la caballada de los indios y se la llevan a los gritos, emprendiendo el galope.

Los indios observaban ofuscados, y algunos los corrieron, pero "el reboloteo de sus lanzas - cuenta Moreno- ceso con algunos tiros eficientes de mi revolver".

Arrancando a los caballos extenuantes galopes, finalmente llegan para avisar del inminente malon al ministro de Guerra...pero no les creen. le dijeron: " son cosas de muchacho que llega asustado ". En marzo de 1876 se produce la llamada "invación grande" que, además de una cruel matanza, culminó con un colosal robo de ganado.

Al año siguiente -con 24 años - vuelve a Santa Cruz y, con Moyano, recorren el río hasta el lago argentino, ademas del Viedma, y descubren el lago San Martín. En 1879, a cargo de la comisión exploradora de los territorios del sur, regresa nuevamente con varios objetivos, entre ellos, el de concretar el estudio de zonas aptas para colonizar, entre los ríos negros y deseado. Luego regresa por el Nhuel Huapi, le da el nombre al lago Gütierres y vive uno de los episodios más dramáticos de su intensa vida.

Apresado –al parecer en represalia por la acción militar durante la campaña del desierto- por guerreros de Sayhueque, es llevado hasta la toldería de éste, en Caleufú, donde lo condenan a muerte junto con otros prisioneros. Había tanta animosidad que ni siquiera el propio cacique podía controlar la agresividad de su gente. “el malvado hechicero indicaba como necesaria mi muerte- relató Moreno- para expiar la de los indios, y debía recibirla a la manera de los toros y brujos, arrancándome el corazón a orillas del río.”

Esa misma noche Moreno percibe desde su carpa como dos indios se arrastran, cuchillo en mano, para degollarlos. Logran espantarlos, pero él y sus compañeros, el indio Gabino y Melgarejo advierten que, si no escapan, con seguridad serán asesinados.

Huyen cuando todos duermen. Gabino y Melgarejo montados en un caballo y Moreno agarraba la cola al animal, con tres piedras atadas al poncho para que sirviera de peso y borrara las huellas. Llegan al Collón-Curá y con unos troncos de sauce construyen una rudimentaria balsa al tiempo que comienzan a sentir gritos provenientes de la toldería: habían descubriendo la fuga pero afortunadamente no el rumbo.

Trepan a la balsa, que empieza a deslizarse con dificultad por el peso de los hombre, riendo nerviosamente. En medio de la oscuridad de la noche la balsa se desplaza sacudida por la ruidosa correntada, y solo pueden ver la espuma blanca que se deposita sobre la superficie.

Moreno escribió: “Si no salíamos de ese infiero vivos o muertos antes del día los indios no tardarían en descubrirnos”. La balsa se había lanzado “ desvocada en el torrente. Las pieras rozaron mis piernas y de estas heridas he sufrido durante meses”.

Logran ingresar al Limay y la correntada los empuja hacia el Neuquen. Moreno, afectado por el esfuerzo, padece fuertes dolores en la espalda y la cintura, y no cae al agua gracias a que Melgarejo lo sostiene. Antes del amanecer logran detener la balsa en un islote. La ocultan, ponen sus ropas, hechas jirones, a secar y se hechan desnudos al sol. Almuerzan cebo de oveja y por la noche sigilosamente vuelven al Limay. La corriente lo empuja hacia las piedras y la balsa se desplza en medio de la densa oscuridad. El fragor de las aguas impiden que se oigan entre sí.

Al cuarto día las fuerzas flaquean y el hambre empieza a mortificrlos. Cada jornada es una incierta lucha contra la desgstante fuerza del río, con los indio siempre al asecho, llegando a la noche extenuados, siempre atentos reparar la maltrecha balsa.

Esperaban arrimarse durante el quinto día, el gran árbol Manza-Geyú con la esperanza de poder arrancarle algunos frutos para saciar el hambre, pero la vertiginosa corriente los desplaza a tal velocidad que devoran “solo con la vista los verdes racimos”.

Vistan humo a lo lejos pero,  conocedores de la astucia de los perseguidores sospechan que bien podrían ser un ardid para traerlos, haciendoles creer que eran blancos. Moreno decide tomar precauciones: esconden la balsa y con sigilo se acercan al lugar de donde provenía el humo, donde encuantran rastros frescos de los indígenas.

El cansancio les impedia moverse; estaban hambrientos y solamante podian beber agua en cantidad, sedientos por una fiebre que, según Moreno, los “aniquilaba”.

Dos dias después, ya sin fuerzas para utilizar la balsa, deciden abandonarla. Empiezan a caminar en dirección al Neuquen. Melgarejo y Gavino, sin conocimientos de la region, solo siguen a moreno. Toman agua podridas en algunos posos y  el anochecer del dia sieguiente Moreno se estremece al oir: “no caminemos mas, patrón, no podemos...”.

“¡que dura noche pase entre las espinas!. Mis hombres no dormian, parecian muertos”, recordo Moreno.

A la mañana siguiente, mas que caminar se arrastran unos pocos trechos. Moreno avansa un poco aún y distingue “un bulto obscuro que no conocia. ¿Sera un fortín?”. Saca la bandera que llevava colgada sobre el pecho,  atándola a una rama, le pide a Gavino que la haga flamear sobre una loma, mientras el disparaba su revolver.

Fueron catorce los tiros que retumbaron sobre los serros, creando un alboroto que creo una polvadera en el sitio dondemoreno creyo ver un fortín. Vio gente correr en todas direcciones, y a un grupo de veteranos avanzar en medio del bosque, listo para el conbate.

Alinendose en la otra orilla del rio en posición de Fuego, se desconciertan al ver flamear la Bandera.

-¿quién vive? – preguntan

-Moreno, escapado de los toldos.

Los soldados se acercan, dialogan y le ofrecen un cigarro. Moreno contesta:

-no fumo, amigo, pero si en cambio tiene una galleta...

Francisco P. Moreno desplego una labor múltiple, no solamente como explorador y científico si no tambien como educador, conservacionista, y realizador y promotor de instituciones solidarias de bien publico. Nada escapaba de su contribución al progreso de su pais. Tal su anhelo por la constitución de reservas naturales.

Por ley numero 4192, la Nación lo recompenso por sus servicios en la demarcacion de limites con chile, con una porcion de tierras fiscales en la zona de Nahuel Huapi. Dij0 entonces:

Admire lugares excepcionalmente hermosos y mas de una vez enuncie la conveniencia de que la nación conservara la propiedad de algunos para el mejor provecho de las generaciones precentes y de las venideras, siguiendo el ejemplo de Estados Unidosy de oras naciones que posee soberbios Parques Nacionales.

En consecuencia, Moreno donó tre leguas cuadradas “con el fin de que sea conservado como parque natural”.El Poder Ejecutivo acepto su donación y se comprometio a convertirla en reserva natural, constituyéndose en el núcleo del futuro Parque Nahuel Huapi.

Al tiempo Francisco P. Moreno Viaja a Europa para estudiar e investigar, y en Paris asiste a los cursos que dictaba en la Universidad el sabio Pablo Broca, su maestro y amigo. Durante su estada en Francia ocupa la trubuna de Sorbona y de otrs instituciones científicas a las que es especialmente invitado. Su personalidad susita simpatia y respeto se traslada a Londres para reunir mayores datos que luego utilizara en la organización del Museo de la Plata; visita el Museo Británico y el South kensington, dedicándose a investigar la evolucion de la especie humana a travez de la antropología. Como director del Museo de la Plata se le reconoce el haberlo convertido en “La Primera institución científica del Pais”. Pero sí hubo un particular reconocimiento, fue el que lo exteriorizaron los indígenas. En 1913 llego al pais Theodore Roosevelt, ex presidente de los estados unidos, quien solicito una entrevista con Francisco P. Moreno, en la que le pidío lo acompañase a Chile para luego visitar juntos el Nahuel Huapí. Moreno por Tacto diplomático, rehuyó elvaje a Chile pero acepto reunirse con el estadista Norteamericano en el Paso Rosales. Encontró allí viejos conocidos y pronto corrió la voz por toda la región de que había llegado “Tapayo”. Así – el termino significa “moreno” ó “morocho” – llamaban afectuosamente los indios a Moreno.

En cierto momento se reune al lago una multitud de nativos al grito de “¡Tapayo!... ¡Tapayo!... ¡Tapayo!...”. Moreno, conmovido, no puede articular palabras. Roosvelt, tambien impactado adhiere al saludo emitiendo a vos en cuello el grito de los pieles rojas de su país.

Poco tiempo después, desde el Paraguay, Theodore Roosvelt le envía una carta en la que le dice:

“mi estimado doctor: no solamente siento profundo respeto y admiración por su persona, si no que usted me ha inspirado un hondo sentimiento de afecto personal” . y agrega: “usted ha realizado una obra que solo un escasísimo número de hombres de cada generación es capaz de llevar a cabo”.

Fragmento sacado de "Barridos por el viento, Historia de la Patagonia Desconocida", Por Roberto Hosne. Pág. 162-171; Editorial Planeta.