Científico, aventurero, filántropo, el perito Moreno exploró y recorrió palmo a palmo el territorio austral para darlo a conocer y defenderlo con pasión.
José
Luis de Imaz. HISTORIADOR.
Hasta hace veinte años, el Aula Magna
de la Universidad del Comahue se llamaba "Perito Moreno". Después se
cambió por "Salvador Allende". Si no tuviera muchos más méritos,
Francisco Pascacio Moreno, a pocos metros de la Universidad, culminó su
recorrido en balsa por el río Limay, el primero en esa historia fluvial, desde
casi sus nacientes hasta la Confluencia. Venía condenado a muerte por merodear
el Nahuel Huapi hasta las proximidades de lo que hoy sería el Paso "Pérez
Rosales".
El Nahuel Huapi bordea las tres leguas que Francisco Moreno recibió como
honorarios por su actuación de perito, y que él donara a la Nación.
Desde Bariloche hasta el Glaciar que lleva su nombre, se suceden en la Patagonia
andina poblaciones, lagos, y calles que lo recuerdan. En Trevelin acaba de
celebrarse el siglo del momento en que los colonos galeses resolvieron ser
argentinos. Fue en ocasión del arribo del Tribunal Arbitral que resolvería las
cuestiones de límites. Lo presidía el coronel británico Sir Thomas Holdich, a
quien acompañaban Moreno y Hans Steffen, perito chileno y reputado geógrafo
alemán. Era el 2 de mayo de 1902 cuando los colonos, reunidos en una escuela,
manifestaron su deseo inequívoco de ser parte de nuestro suelo. En ningún otro
lugar del territorio nacional ocurrió algo parecido. Se debatía por entonces,
si eran las más altas cumbres, o la divisoria de las aguas, lo que establecería
la frontera. Moreno, que en tres recorridos sucesivos cabalgó toda la
cordillera desde Salta hasta el lago Argentino, sabía por experiencia personal
que varios ríos al Este de la cordillera desembocaban en lagos que vertían en
el Pacífico. De ahí que se mantuviera intransigente en defensa del principio
de "las más altas cumbres".
Diplomático de circunstancias, no de actitud, Moreno luchó en pro de la
Patagonia Argentina en Santiago de Chile y en Londres. Allí fundamentó, acompañando
de la correspondiente documentación cartográfica, la posición argentina. En
la Royal Geographical Society convenció a sus oyentes, haciéndoles ver,
inclusive, fotografías inéditas del área en litigio.
El desarrollo de la vida de Moreno —nacido el 31 de mayo de 1852, en Buenos
Aires, en la esquina de Venezuela y Paseo Colón— lleva a pensar en las etapas
de la vida. Cuando arribó a Trevelin tenía 50 años; al culminar su peritaje
en el lago Argentino, dejó de montar. Desde los 14 años dio muestras evidentes
de su vocación por los fósiles, al recoger huesos en la laguna Vitel y Chascomús.
Analíticamente podríamos distinguir al Moreno paleontólogo, al perito de
fronteras, al servidor público y al educador, si distinguiéramos sus
actividades predominantes por épocas; pero su personalidad fue básicamente la
misma: la del científico, patriota, desinteresado y filántropo.
Como paleontólogo, Moreno fue un autodidacta, en el sentido que comenzó por
hurgar fósiles, antes de tener una formación específica. Pero recibió el
tutelaje de Germán Burmeister, que lo acompañó en sus primeros pasos y orientó
para evitar errores analíticos. La gran obra de Moreno fue la puesta en marcha
y el desarrollo del Museo de Ciencias Naturales de La Plata. Allí fueron a
parar sus colecciones, y desde el Museo mantuvo la actualización científica y
el intercambio de descubrimientos que conformarían su personalidad como
investigador.
Francisco Pascacio Moreno, hombre de su época, adhirió con reservas al
darwinismo. Es decir, le estableció sus límites. Moreno, fiel al pensamiento
de su maestro Burmeister, sostuvo la prioridad de la Creación. Era, en términos
actuales, un creacionista-evolucionista, tal como surge de la lectura de su Viaje
a la Patagonia Austral. Moreno no fue un cristiano, sino un agnóstico o católico
residual influido por su admiración por los misioneros. Ameghino, en cambio,
era un positivista militante, elaborador de hipótesis sobre el origen patagónico
de los mamíferos, y un difusor de la Región Platense como la cuna de la
humanidad. Moreno no podía aceptar este dislate. Las investigaciones paleontológicas
más recientes vienen a darle la razón.
El paleontólogo por vocación, que presentó muchos trabajos ante los Congresos
Internacionales de su especialidad, resultó también geólogo de
circunstancias. No era geógrafo. Fue geógrafo de terreno, incluso permitiéndose
la única "travesura" de su vida desviando el curso del río Fénix,
en Santa Cruz, para que desembocara en el Atlántico, lo que no le perdona la
historiografía chilena. Pero se ignora en la Argentina, aunque Clemente Onelli
—el autor material del hecho— lo recuerda en sus memorias, y además lo
recoge la Academia de la Historia.
En 1910, Moreno fue elegido diputado nacional. Miembro por la mayoría, obtuvo
en el recinto la sanción de sus proyectos de ley sobre Parques Nacionales,
Desarrollo Patagónico, y Centralización de los Institutos Oficiales de
Ciencias. Pero no vio virtualizadas estas sanciones. Renunció a la banca en
1913. Ese mismo año fue designado vocal del Consejo Nacional de Educación,
pero su acción en pro de la enseñanza de adultos, y la formación profesional,
se enfrentó con la reticencia oficial y la oposición de los docentes. De
frustración en frustración, Moreno optó por hacerse cargo personalmente de
una veintena de escuelas en el barrio sur de la ciudad de Buenos Aires. Para
educar obreros ofreció parte de su quinta y obtuvo el apo yo financiero de la
familia Aguirre. Sus escuelas enseñaban manualidades, suministraban comida. Sin
saberlo, Moreno reiteraba en esos momentos lo que en Roma estaba haciendo María
Montessori.
Al morir, quien nos legó media Patagonia, no pudo dejar ni un solo palmo de
tierra a sus hijos. Para su entierro no hubo honras oficiales ni bandera a media
asta. En el Nahuel Huapi, desde 1943, las lanchas que pasan frente a la isla
Centinela hacen sonar sus sirenas porque allí descansan las cenizas del más
desprendido de los patriotas. Como arquetipo, el criollo Francisco P. Moreno
clausuró en nuestro medio el ciclo hispánico de la "Cultura del
Honor"