Nuestro primer destino en la provincia del Chubut fue la Ciudad de Comodoro Rivadavia. Dos equipos de Telpin Educa realizarían su tarea en la ciudad más populosa de la provincia, la llamada "Capital del Petróleo". Turbinas eólicas, en las cumbres de los cerros. Torres y cigüeñas de petróleo -por doquier- nos recordaban la enorme riqueza energética de la Patagonia. Nunca nos acostumbramos a tan extraño paisaje y siempre nos llamaba la atención. Los cálidos y dorados rayos del sol, asomando en el horizonte, acompañaban nuestro tempranero y cotidiano viaje, por la costa comodorense, y el omnipresente Cerro "Chenque" vigilaba nuestro recorrido al CeRET Chubut (Centro Regional de Educación Tecnológica del Chubut), donde dictábamos el curso. El 15 de abril del 2002 iniciamos la Capacitación con una nutrida concurrencia de colegas, que ahora harían de alumnos -algo usual, en los docentes-. El lugar no podía ser mejor. Aulas cómodas, numerosas computadoras, elementos didácticos como pizarrones electrónicos y pantallas gigantes, hablaban de los recursos técnicos que se manejan en el CeRET. El Ing. Roberto Flores, Director del CeRET Chubut, nos dio la bienvenida y nos prestó una permanente colaboración. El mate y las horas pasaban y nuestros amigos trabajaban con entusiasmo. Algunos venían desde Sarmiento, ciudad que dista alrededor de 150 Km. de Comodoro Rivadavia. Otros viajaban, todos los días, desde Diadema a 30 Km. de Comodoro. Un hermoso pueblito, con muchos descendientes de bóers, que lamentablemente no pudimos conocer. Un profesor cordobés -según él, un TAF, "traído a la fuerza"- y un ¿santiagueño? de Colonia Sarmiento, ponían la nota de humor. Sarmiento estaba lleno de anécdotas e historias interesantísimas, que un joven docente del lugar, Martín Núñez, nos acercaba todos los días. A pesar de los problemas consabidos, a pesar de las dificultades, a pesar de todo estuvieron ahí, los VYQ, los TAF y por supuesto, los NYC, todos arraigados a ese lugar tan especial. Orgullosos patagónicos. Guardianes de nuestras esperanzas. Los llevaremos en el corazón, siempre.
María Estela Goenaga y Jorge East.
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