LAS
LECCIONES DE LA HISTORIA
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Con
posterioridad a este proceso, son conocidos diversos enfrentamientos
entre Argentina y Chile por cuestiones limítrofes. Río Encuentro,
Canal de Beagle, Lago del Desierto o Hielos Continentales, son
nombres que han ensombrecido las relaciones entre los dos países a
lo largo de estos cien años. Y cualesquiera fuera la solución
hallada para cada uno, cada conflicto derivó siempre en una pérdida
para los dos países. En este sentido, viene bien evocar a modo de
cierre una reflexión de otro autor chileno, Pablo Lacoste, también
citado en nuestro libro: "La explotación de conflictos limítrofes
fue en este período una estrategia para alcanzar objetivos políticos
internos, que resultó funcional para los intereses coyunturales de
los grupos de militares y políticos nacionalistas "Se mostró al país
trasandino como intrínsecamente 'expansionista' y por lo tanto, como
una 'amenaza' para la tranquilidad, la paz y los intereses
nacionales. En esos momentos de brote xenófobo, prevalecía la
frontera como amenaza por sobre la idea de frontera como
oportunidad". "La construcción de la imagen del país vecino como
expansionista iba a acarrear consecuencias negativas impredecibles.
No sólo en las dificultades para construir lazos, sino en la
frustración de importantes territorios del propio país. Al
profundizarse esta concepción, diversos factores de poder harían
sentir su influencia para responder a estos prejuicios. Por ejemplo,
al ser tan fuerte la imagen de Chile como país expansionista, los
militares argentinos vetaron durante más de cien años, los proyectos
de inversiones en la infraestructura en la zona de frontera. Jamás
se construyó el ferrocarril paralelo a la cordillera, planteado por
Manuel Olascoaga ya en 1901". "Y tampoco se terminó de pavimentar la
ruta nacional 40, verdadero eje articulador e integrador de las
provincias del interior del país. Como resultado, los militares
hicieron el juego a los intereses del imperialismo del Atlántico
Norte: el sistema de transporte en la Argentina adoptó la forma
radial, con un centro en Buenos Aires y los rayos de penetración
hacia el interior. De esta forma se consolidó un sistema de
transporte propio de un estado colonial, con canales para extraer
materias primas e introducir manufacturas, pero sin integración
interna capaz de unificar el mercado y generar el desarrollo
nacional". "Además, las corporaciones militares tuvieron la
responsabilidad decisiva en el bloqueo de proyectos de construcción
de obras de infraestructura que aportaran a la integración física
entre Argentina y Chile. En ello coincidieron los militares de ambos
países. Todo se hizo para prevenir la amenaza de invasión militar
por parte del país vecino. Pero el resultado fue perjudicar el
desarrollo interno, al retrasar el desarrollo económico de la zona
de frontera y la ocupación del espacio en un área de gran
potencialidad minera, turística y ganadera". Como dijimos al
comienzo, la historia deja lecciones que, más temprano que tarde,
deben ser consideradas por los pueblos. A cien años de aquella
voluntad manifiesta de los colonos galeses, estos rincones
cordilleranos siguen aguardando que su condición de frontera no sea
-paradójicamente- el condicionante para la vida de sus pobladores y
que Argentina, ese país al que eligieron aquellos colonos como el
propio, recupere el sentido de la paz, la dignidad y la solidaridad,
como valores en los que seguir creyendo.
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