SIGLO XIX

DEL TUYÚ A GENERAL MADARIAGA

 

GRACIAS

He abrevado para este capítulo en Velázquez y  Abelardo Costa, en diarios y voces ancestrales, pero sobre todo en “PARAJES Y ESQUINAS DE LOS MONTES GRANDES” de mi amigo  Alberto Mola, de donde tomé lo que servía para mi relato y en el orden en que más  me gustó. Gracias, Pato.

Otra fuente:  unidad de Investigación N°5  - IDEHAB -FAU-UNLP-Part. DE PINAMAR.

 

 

 

Ganado y perros cimarrones en los Montes Grandes

 

Los Montes Grandes del Tuyú eran, cuando así los llamaban, un macizo vegetal de imponentes dimensiones, abigarrado, enmarañado e indómito de tala y coronillo. A su alrededor, los campos daban abrigo a vizcachas, peludos, mulitas, zorros, y una espléndida variedad de aves en sus lagunas y cañadones.

Era en el siglo XIX un lugar marginal de la provincia. Una especie de rinconada natural, acotada por la línea de dunas costeras, pródigamente dotada de pantanos, lagunas y cangrejales. Sus tierras altas salpicadas de espesos montes naturales de talas y otras especies que llevaban siglos creciendo impertinentes, sin permiso, las tornaba en muchos sitios inaccesibles. Hogar de una fauna salvaje integrada por cérvidos, pumas, chanchos salvajes, perros cimarrones, tigres y millares de yeguarizos y vacunos provenientes de los rebaños introducidos por los españoles en el siglo XVII.

 Este monte inspiró temores y leyendas bien fundados, ya que no se salía fácilmente de allí. No había caminos ni mojones, sólo sendas que permitían el paso de un hombre a caballo. Al extraviarse se salía a un abra, luego a otra, pero éstas carecían de horizonte para guiarse. Así, perdido el sendero pobre que la vegetación sofocante borraba rápidamente, el monte cobraba otra víctima que vagaba sin lograr orientarse. Sólo algunos baqueanos ofrecían sus servicios para llevar gente de caza y eran indispensables en el establecimiento de hachaderos y obrajes. Otro peligro que acechaba en los montes eran los gauchos alzados o de averías, escondidos en la protección que brindaba la zona impenetrable con su halo misterioso. Decididos a mantener la reserva de su paradero, desafiaban fieramente a todo el que la amenazara.

 

 

HISTORIA E HISTORIAS

            Cuando en 1821 el gobernador Martín Rodríguez divide la campaña en tres departamentos, la región del Tuyú quedó incluida en el partido de Chascomús. En 1824 se realiza el primer relevamiento  de la zona de Los Montes Grandes de Juancho, que constituye la primera referencia histórica documentada. En 1827, el presidente Rivadavia promueve el poblamiento autorizando a ceder en enfiteusis las tierras a quienes lo soliciten.

            Es en este período cuando se da una progresiva ocupación del territorio al sur de la ciudad de Buenos Aires con el objeto de apoderarse del ganado cimarrón ante la creciente demanda externa de cuero, carne salada y sebo. En 1862, por ley, se reconoce como propietarios a todos los ocupantes de tierras fiscales que se hayan mantenido en la ocupación con cultivos o población. Pero aún las partidas de Cafulcurá llegan hasta el Salado.

Al Tuyú, por falta de asiento fijo de sus autoridades y pueblo, se lo asimilaba aún a Monsalvo (hoy Maipú).

            En 1879, con la expedición de Roca al Río Negro, se inicia la definitiva ocupación del área sudeste, con una economía exclusivamente basada en la explotación ganadera, con colonización agrícola sólo alrededor de los ejidos urbanos. Esta zona, al sur del Salado, fue la proveedora de ganados vacunos y caballares, sin restricción en la explotación. 

Los Montes Grandes del Tuyú formaban un macizo vegetal de imponentes dimensiones, integrado por los montes naturales de tala y coronillo de “DOS MONTES”, “MACEDO” y “ZORZALES”, y ocupado en una buena parte por las 33 leguas de “LAGUNA DE JUANCHO”, extensa estancia del Gral. Félix de Alzaga.

            Dentro de este paisaje lagunar y montuoso, llegaron a ser muy abundantes los perros cimarrones, motivando que los mayordomos y puesteros salieran a capturar y amansar cachorros bravíos para usarlos en sus tareas.

            Toda la costa del mar bonaerense, desde la boca del Salado hasta Mar Chiquita, tuvo perrada cimarrona hasta 1980. Sin embargo, por lo apartado y boscoso del paraje, la Laguna de Juancho fue la zona que los conservó más tiempo, pues hasta 1905 hubo perros allí

 

MACEDO

Por encargo de Félix Montes, el perito Lucio V. Mansilla partió en 1811 de un punto a 100 leguas de la capital, denominado “Espuela Verde” y, entre este y costas de los Montes Grandes, puso un mojón. Este punto cartográfico era Macedo.

En 1812, Félix Montes reclamó 12 leguas cuadradas acorde con esta mensura, pero no se ocupó de poblar por lo que en 1819 pasaron a Juan Tindall y de éste a José Lastra en 1825.

El pionero Francisco Ramos Mejía disputaba a los indios ya desde 1815 el último establecimiento ganadero al sur del río Salado: Mari Hincul. El Director Supremo don Juan Martín de Pueyrredón  invitó a estos pioneros en 1818 a denunciar terrenos baldíos que “gusten ocupar” dentro de la proporción de sus posibilidades. Estos serán dados en merced con la única condición de poblar a los cuatro meses desde la posesión. El gobierno se comprometía a acudir en ayuda de los colonos si los infieles irrumpían tras su línea. Esta disposición fue el inicio real del corrimiento de la frontera.

La profusión de caballadas semisalvajes en los montes y limpiones de este rincón del Tuyú, atrajo al experimentado hacendado Joaquín Suárez en 1824, como una fructífera inversión. Hizo campo, marcando y delimitando su propiedad, de enorme extensión, con líneas imaginarias que iban de un mojón divisadero al otro, según la usanza del siglo XIX, en el que no había alambrados.

 

1824-25 – PRIMERA MENSURA Y DEMARCACIÓN

Los agrimensores Teniente Coronel Felipe Senillosa y Juan María Gutiérrez, al frente de la Comisión Demarcadora formada por Juan Manuel de Rosas, realizó en 1824 la primera medición al sur del Salado, que incorporó al Tuyú en los mapas.

Llevaban personal, ayudantes técnicos y el hacendado Pedro Burgos con sus peones. En 1825 en la estancia El Tala, se les incorporó Saubidet. Rosas les adjudicaba buen presupuesto, les enviaba carretas con utensilios y víveres y frecuentemente acompañaba al contingente.

Ese trabajo incorporó detalladamente las tierras de los Montes Grandes del Tuyú. Plantando banderines, amojonando y denominando parajes, lagunas, lomas y montes, le otorgó identidad concreta y el don de la pertenencia. La misión técnica pasó luego a Mar Chiquita y el resto de la provincia.

Por encargo del propietario, Senillosa comenzó en 1825 la demarcación de la estancia “El Tala” de los hermanos Anchorena. Estaban presentes los linderos: Joaquín Suarez, Rosas en representación de Anchorena, y José Herrera, representante de la sucesión Segismundo. Se determinó que el terreno tenía más de 12 leguas cuadradas de forma irregular con límite en los médanos. Se amojonó de a media legua, en esquineros y puntos notables.

 

En 1813 el gobierno cede terrenos para establecer el primer centro militar y gubernamental en el Tuyú, e un paraje denominado El Tala o Dos Islas. Estas tierras fueron cedidas en 1819 a Lorenzo López. Desde 1821 ya se tienen noticias de que los hermanos Juan José y Nicolás Anchorena, asociados con su primo Juan Manuel de Rosas, hacían negocios rurales en sus estancias  “Dos Islas”, “El Tala” y “Camarones”. Y adquirieron en 1824, 48 leguas cuadradas, iniciando la estancia “Lomas de Góngora”.

Don Joaquín Suárez, estaba en condiciones de “hacer campo” fuera del Salado en 1824, ya que era uno de los mayores propietarios de ganado de Magdalena. La profusión de caballada salvaje convertía a estas extensiones baldías del Tuyú en una excelente inversión para hacendados con experiencia y recursos como Suárez. Ese año compra al gobierno y mensura. Su hijo Martín Diego hereda la “Laguna de Juancho”, a quien compra en remate Juan Huges para Martín de Alzaga, quien en 1853 también adquiere “Manantiales”. Así se constituye la antigua propiedad de “Los Montes Grandes” de Alzaga. Este se casa en 1852 con Felicitas Guerrero. La muerte de Alzaga y luego el trágico fin de su esposa, determina, al no tener éstos descendencia, que la enorme propiedad pase a manos de los padres de Felicitas, Carlos Guerrero y Felicitas Cueto.

 

 

PARTIDO DEL TUYU

En 1830 había tres comandancias en  la provincia: Monsalvo, Azul y Tandil

En 1839, debido a la Sublevación del Sur, se creó el Partido del Tuyú con la partición del de Monsalvo para un mejor control. En “San Simón” de Alzaga a las órdenes de José María Otamendi se había establecido un cuartel insurrecto.

 

PRIMEROS ASIENTOS DE GOBIERNO: EL TALA

En 1813 el gobierno cede terrenos para establecer el primer centro militar y gubernamental en el Tuyú, e un paraje denominado El Tala o Dos Islas. Estas tierras fueron cedidas en 1819 a Lorenzo López. Desde 1821 ya se tienen noticias de que los hermanos Juan José y Nicolás Anchorena, asociados con su primo Juan Manuel de Rosas, hacían negocios rurales en sus estancias  “Dos Islas”, “El Tala” y “Camarones”. Y adquirieron en 1824, 48 leguas cuadradas, iniciando la estancia “Lomas de Góngora”.

 

Pero Rosas había dado tierras a su antiguo mayordomo, Roque Baudrix, con el encargo y el poder de organizar el  Partido como funcionario civil y militar con sede en El Tala. En poco tiempo, como Juez de Paz, Comisario y Jefe del 2° y 3° escuadrón del Regimiento 5°, armó la primera estructura de gobierno del pago. Allí convergían postas, caminos, chasquis y carretas. Baudrix era patrón de tropas de carretas y organizador de negocios de los Anchorena.

Cuando los sublevados que partían de las estancias de la zona rumbo a Dolores llegaron a esta comandancia, hicieron prisionero a Gervasio Rosas, hermano del Restaurador y lo mandaron preso a La Esperanza de Zubiaurre en el paraje Divisadero.

1840 - Al ser derrotados los Libres del Sur, perseguidos por el sanguinario degollador Juan Durán a las órdenes de Prudencio Rosas, atravesaron estos campos buscando refugio en los Montes Grandes y llegaron las represalias para con sus bienes y familias. Se tomaron botines en estancias de los terratenientes derrotados. Alberto Mola ha hurgado y hallado en el Juzgado de Paz:

*Roque Baudrix, a su regreso, ordena: “Traiga todo lo embargado de la estancia del Salvaje Unitario Anselmo Sáenz Valiente e invite a los vecinos a hacer ponencias en el remate”

*Levanta – vaya a saber en virtud de qué negociación – el embargo a las estancias Laguna de Juancho y Loncoy.

*Se pagaba la ayuda de los “indios amigos” con dos tropas mensuales de “300 animales gordos”. El gobierno de Rosas sacaba de los campos de los vencidos administrados por el juzgado, del “Salvaje Unitario Agustín Acosta” u otros, cuyos propietarios soportaban persecución política o el exilio.

Esta “saca” llevó casi a la extinción a las famosas caballadas de los Montes Grandes, en una revancha irresponsable, ávida y corrupta que enriqueció a los gobernantes mientras saqueaban la zona. Esta situación se extendió hasta 1851, en que la derrota de Rosas en Caseros permitió devolver los campos a sus dueños.

El último Juez de Paz con asiento en El Tala de Anchorena fue Florentino Gómez, quien, con el comisario Mariano Terrero, efectuaba las sacas y perseguía a los vagos, a quienes mandaba engrillados al cuartel de Santos Lugares, a cuidar las fronteras.

Sucesión Anchorena – 1859 “El Tala”:11 leguas cuadradas a Juan y Nicolás Anchorena – “El Chajá”: 10.5 leguas y fracción a Mercedes Anchorena de Aguirre.

1894 – Se divide El Tala, quedando éste para Juan de Anchorena y La Florida para Aarón de Anchorena, hijo de Nicolás. Cada uno con 5 leguas cuadradas y fracción.

 

LOS PROPIETARIOS DE MACEDO

En 1825 Lastra vendió a Francisco y Casto Saenz Valiente su propiedad. Estos, en 1855, mandaron a hacer la mensura total de sus 15 leguas al agrimensor Justiniano Lynch. Partió Lynch desde el mojón “Costilla de Ballena” de Senillosa, llamado así porque se había marcado con osamenta de ese animal traído desde la playa. De los linderos sólo asistió Martín de Alzaga el primer día. Una soledad que define al pago. “Por su título pertenecen a los propietarios 12 leguas cuadradas, quedando tres para el estado. Los propietarios pueden concurrir a comprarlas si les conviene”.

Ese año los Sáenz Valiente vendieron a sus familiares Alejandro y Federico Leloir 4 leguas cuadradas.

Las 3 leguas cuadradas fueron reclamadas en 1963 por el Sr. Lahezic y por la sociedad Saenz Valiente-Leloir. En 1970 Lahezic cedió a favor de la sociedad el remanente fiscal que el la mensura resultó tener 8201 hectáreas. Recién ese año se definió patrimonialmente la propiedad de 15 leguas cuadradas. También ese año falleció Anselmo Sáenz Valiente. La testamentería divide en tres estancias de más de 4 leguas cuadradas el campo Macedo en inmediaciones de la Estación Monsalvo:

 l.- Laguna del Maestro para Casto Sáenz Valiente

2.- Macedo para Alejandro y Federico Leloir  

 3.-Arroyo Chico para Anselmo Sáenz Valiente

La adjudicación se sacó a suerte del sombrero. Se dice en la familia Leloir que la pérdida de Macedo ocasionó un gran disgusto en la familia Sáenz Valiente.

La estancia Macedo, compuesta por 8200 has. de médanos vivos enmarcados por guadales, es el asiento del Juzgado de Paz a partir de 1860, en que es nombrado Alejandro Leloir. Asumió también el cargo de Comandante del Regimiento 15 de Caballería de Campaña acantonado en la estancia. Esta tarea fue muy difícil, ya que, por las continuas luchas entre la Provincia de Buenos Aires y la Confederación Argentina, se sufrían continuas requisas de caballos compulsivas con destino a las tropas porteñas en operaciones.

En 1863 asumió como Juez de Paz Emiliano Aguirre.

En ese entonces Macedo tenía 12 leguas  donde funcionaban más de 20 puestos fronterizos encargados de cuidar y encerrar las ovejas, pues la cría de ovinos fue primordial.

Tenía una población formada por: Casa principal con techo-azotea de tejas francesas en sus corredores, con 5 dormitorios. 2 casas para peones construidas en ladrillos asentados en barro con techo de chapa: una de 31x5 y la otra de 19x5. 2 edificios de 26x8 para carnicería y cochera y galpón de esquila de ladrillo y chapa con amplios aleros. Bañadero de ovejas de mampostería. Quinta de 8 ha. Con cerco vivo y alambrado. El campo estaba todo alambrado.

 

EL ALMIRANTE BROWN EN MACEDO

En 1826, para aliviar el asedio de la escuadra brasilera sobre Buenos Aires, el gobierno compró tres naves en Chile, que fueron bautizadas con los nombres de Buenos Aires, Chacabuco y Montevideo y fueron despachadas a través del estrecho de Magallanes. Para recibirlas comisionó al almirante Guillermo Brown, quien llegó a la posta y acantonamiento Kakel, donde le dieron 40 hombres al mando del coronel Saejos. Atravesó la Laguna del Maestro, de Sáenz Valiente y estableció su residencia en Macedo.

A la altura del sitio donde hoy se encuentra Villa Gesel, un grupo de negros salió en una embarcación facilitada por Casto Sáenz Valiente para encender una enorme fogata en el Cabo Corrientes para guiar la ruta de las naves. Al no tener más noticias de este grupo, Brown fue a Buenos Aires y se embarcó en la Fragata Sarandí rumbo al Cabo Corrientes. Sólo llegó la nave Chacabuco. La Buenos aires naufragó en el Cabo de Hornos y la Montevideo regresó a poco de partir, con serias averías. A pesar de ello, como sabemos, Brown nunca se desanimó.

Hoy existe una placa en el corredor colonial de la vieja estancia que dice: “En esta casa vivió el ilustre almirante Gullermo Brown esperando el arribo de una escuadra para iniciar desde las proximidades, un crucero a las costas de Brasil durante la guerra de 1826.Homenaje de la Dirección del Museo histórico de Luján – 1940”

 

ESTANCIA LA ARGENTINA

Gervasio Rosas participó en el poblamiento de tierras y servicio de postas administrando Macedo desde 1939 a 1851. Tenía un lejano parentesco y amistad con Casto Sáenz Valiente, hijo de Anselmo y Juana Pueyrredón. Al morir don Gervasio soltero y sin descendencia, legó a Casto su fracción del Rincón de López conocida como Laguna del Maestro (La Argentina). De Casto lo hereda su hijo Antonio Saénz Vaiente y a la muerte de éste su hermana Damasia, quien en 1870 se casa con Jarbas Muñiz Barreto, de origen portugués.

 

LAGUNA DE JUANCHO

 La Laguna de Juancho– comprendida entre los campos de Anselmo y Casto Sáenz Valiente al S; Anchorena al O; Pascual Suárez  al N y el océano Atlántico al E -  fue vendida a Martín de Alzaga,  por uno de los herederos de Suárez. Alzaga también adquirió al otro heredero de Suárez la estancia Manantiales, volviendo a conformar la antigua propiedad de Montes Grandes en 1853. En 1867 adquirió en enfiteusis al gobierno cinco leguas más encontradas en excedente. Don Martín se casó en 1862 con Felicitas Guerrero, y falleció en1870.  Su viuda hereda sin tener descendencia, pero, al morir trágicamente, la propiedad de los campos – 25,24 leguas cuadradas -  pasa a sus padres, Carlos Guerrero y Felicitas Cueto. Carlos Guerrero aumenta la extensión adquiriendo en 1872 en remate judicial los terrenos de Lastra conocidos como “Del Medio”, al norte de sus tierras, lindando con las lagunas La Salada Grande y Chica (3,293 leguas cuadradas). Esta estancia se denominó “Los Zorzales”. Había a en ese año 1872 un plantel de 300 personas trabajando en las propiedades de Guerrero.

Dentro de ese paisaje lagunar y montuoso, llegaron a ser muy abundantes los perros cimarrones, motivando que los puesteros y hasta mayordomos, saliesen a capturar y amansar cachorros bravíos para usarlos en sus tareas. “Un bien perro, un buen lazo y un buen caballo” era el lema para enfrentar el monte misterioso. Toda la costa bonaerense,  desde la boca del Salado hasta Mar Chiquita, llamada “fondo de campo”,  presentaba este fenómeno del perro cimarrón hasta pasado 1890. Por su ubicación apartada y por lo cerrado de su bosque, La Laguna de Juancho los conservó más tiempo, ya que, hasta 1905 se los pudo ver. Al caer el sol, acechaban la estancia, sentados  en silencio, en busca de alimento. Eran jaurías hambrientas y recelosas que sitiaban las casas con su coro de aullidos.

Cuando el monte empezó a caer, con la ayuda de aquellos perros domesticados, despanzurrado a hacha y fuego, cuando los animales comenzaron a morir en manos de los avariciosos traficantes de cueros, plumas y cebo, comenzó también la fuga del misterio y la magia que envolvía a los Montes Grandes.

 

EL DIVISADERO – 1861

Era un nudo vial formado por los caminos a El Tala, Macedo y Arroyo Chico. Era la puerta de y desde los Montes Grandes. Allí había un puesto: San Martín de Guerrero. Alrededor de 1861 comienza la explotación de obrajes de tala y coronillo y con ellos comienzan a asentarse ranchos y corrales. Esto trae la necesidad y la conveniencia de instalar una casa de negocio en la que comienza a parar la galera. Oficializando su carácter de población, se habilita la primera subcomisaría del Tuyú en 1881 a cargo de Martín Cuelli, reemplazado enseguida por Zenón Ferrari, quien construye una casilla de madera y chapa cerca de la pulpería, la equipa con muebles y útiles de oficina y se le proveen 60 caballos. Ferrari impone un sistema de rondines para controlar las peleas y violencia derivadas del despacho de bebidas, en  El Barbotín,  de Bonifacio Sierra. La marginalidad geográfica atraía a sujetos fieros. El consumo de alcohol los tornaba muy peligrosos entre sí y para con los vecinos pacíficos.

El baqueano Solano Roldán era el más famoso y respetado de su época. El acompañaba en sus rondines a Ferrari cuando debía buscar un fugitivo. Vivía en un rancho escondido cerca de Manantiales, usaba un facón descomunal de los llamados “picazos overos” y trabuco naranjero. Conocía palmo a palmo las interminables extensiones y el misterio de los montes y lagunas. Con la observación de pastos y animales podía seguir rastros que nadie veía.

El comisario Ferrari tenía también problemas con algunos de sus vigilantes, que no eran sino gauchos que desde lo profundo del alma despreciaban la disciplina y la autoridad. Cuenta Mola que, cuando aún estaba Cuelli, envió a un agente a cuidar un velorio, pero se puso ebrio y tan violento que los deudos debieron desarmarlo, atarlo codo con codo con un pañuelo y entregarlo en la subcomisaría. Para colmo Cuelli envió a los dos -  al agente y al que se lo trajo -  al juez, esposados. ¿Sería por eso que duró tan poco el comisario Cuelli?

En 1882, aún el gobierno del partido vagaba de estancia en estancia, llevado por la lucha de poderes de los grandes hacendados, razón por la cual no se establecía el pueblo que sería la cabeza de partido. El juez de paz, Teodoro Serantes de la estancia La Felicidad, pidió se lo ubique en las cercanías de lo que es hoy Las Armas, pero la legislatura respondió fijando el lugar en San Martín, en tierras de Antonia Guerrero en el año arriba señalado.

Serantes protestó por esta elección, señalando que “las aguas son malas, con grandes lagunas de agua salada y no es posible que se habite jamás.” Pese a este cuadro sombrío, la gente habitaba de hecho la zona de San Martín, pero las protestas de los terratenientes atrasaron su consagración como pueblo.

 

 

LAS ESQUINAS

En ese momento de su historia el Tuyú era tierra de frontera. Montaraces, policías, mercachifles, galeras con pasajeros de variada condición, confluían en ese nudo hacia los cuatro rumbos: Ajó, Maipú, Arroyo Chico y, por la Unión, hacia Monsalvo y Dolores.

Los milicos se instalaban precariamente con sus familias, compraban carne en la estancia Laguna de Juancho y los vicios en San Martín o en su sucursal San José o en Divisadero, lo que se debitaba de sus pagas mediante nota del subcomisario al juez.

San Martín de Martín de Alzaga, abastecía también a la peonada, puesteros, arrendatarios dispersos por 30 leguas.

La gravitación del cruce caminero trae la necesidad de instalar un negocio en el Divisadero.  Pedro Errecareborde pone almacén y billar en 1866. Era propietario de una tropa de carretas, con lo que el abastecimiento no era menos azaroso. Si el carretero, en medio del viaje, consideraba que era poco lo acordado, se amotinaba y no seguía. La tropa entonces debía regresar.

En 1882 Bonifasio y Sierra compran la esquina de San Martín y su anexo San José. En las facturas de época el rubro se consigna como almacén, tienda, ferretería, talabartería y panadería.

En 1890 las regentea Manuel Bautista, en franca competencia con la esquina Divisadero.

Bautista atendía a los pobladores de Juancho, El Tala y parte de Macedo. Cada 15 días se hacía el reparto en puestos y estancias, en carros de hasta 6 caballos. En sus “6 vidrieras en el despacho de tiendas”, se extasiaban las señoras, eligiendo entre camisetas Oxford de trabajo o de tartán con lana; ponchos y mantas de lona o paño piloto; cotines de diversas calidades; calzoncillos de lienzo; piezas de tela de bombasí, franela, merino, bramante, percalina o lustrina; bombachas y pantalones hambrona, trajes completos; chiripas, toallas turcas, rebozos y sacos de señora; sombreros, boinas, tabaqueras de goma, cuerdas de guitarra, fajas, jabones de lechuga, carteras finas, tijeras, horquillas, abanicos, guitarras, espejos, perfumes. En sus estantes de botica estaban la limonada Roget y Pagliano, píldoras taurinas o Copaira y Cristol, pectoral Anacahita, aceite castor, tintura árnica, bálsamo católico, aceite de hígado de bacalao, Linimento Genal o vismal, sal inglesa, sinapismos de 50 parches, parches poroso, manteca de cacao, goma arábica, ácido tartárico, pastillas de alcanfor, bicarbonato de sodio, tilo.

En la sección librería se vendían reglas, catecismos Astete, tablas de contar, libros de Aritmética, de payadores, biografías, caligrafía, lápices, pizarras, tinteros, plumas y lapiceras.

A los hombres los atraía el despacho de bebidas y billar, donde brillaban en los estantes las botellas de menta del país, puncho inglés, grapa italiana, aperital imitación, vermouth, fernet, cerveza Quilmas, cognac, curasao, ginebra porrón. Allí negociaban sus frutos y compraban herramientas,  tabaco, cigarros o cigarrillos y papel de liar. Adquirían los vicios en el surtido almacén y se mandaban a hacer las botas y botines. Al fondo estaban la talabartería,  la herrería con su fuelle, vigoriza, torno, máquina de taladrar hierro, y la imponente fragua infernal. En un galpón con plancha de descarga se pesaba la lana, cerdas y otros frutos que las tropas de carros llevarían hasta la estación de Maipú.

A diario llegaban las volantas y brecks particulares, los carros de carga, la galera de los Montes Grandes, todos los jinetes de paso. Para las fiestas patrias había cuadreras, juego clandestino, juegos de taba, sortija, baile, asado, tortas y empanadas. Encumbrados estancieros, grandes mayordomos y el humilde peón pasaban por el escritorio de don Manuel Bautista a negociar, saldar sus deudas o a tomar unos amargos.

En 1885 murió el propietario. El juez de paz, don Emilio Herrera abre la caja fuerte en presencia de su hermano Angel, único heredero, y los testigos Gregorio Sierra y Alejo Odriozola. Había 2.743 pesos m/n y un título de una legua cuadrada (2500ha) en córdoba otorgado por el presidente Julio Argentino Roca. Se realiza un inventario. Angel Bautista vende a José Pérez y éste a Balbino González, ya en el siglo XX, quien lo cambia a próspero almacén de Ramos Generales hasta su cierre.

DIVISADERO

            Al mismo tiempo, en la pulpería Divisadero, Don Gregorio Sierra incitaba a contar, con su proverbial amabilidad, las historias de los misteriosos montes y en una de esas hasta se interrumpían las tareas para escucharlas. Mayordomos de rompe y rasga como don Pedro Estanga de “La Esperanza”, don Juan Montes de Oca de “Laguna de Juancho, don Serapio Flores de “La Florida” o, quizá, hasta el gringo Simison de “La Argentina”(1) , sugestionados por ese mundo intemporal tejido por la voz, solían compartir las tertulias.

            La tradición oral recoge que don Gregorio plantó por primera vez el pabellón nacional en los Montes Grandes, como un código para invitar al vecindario al vino, al cantor o a la reunión, en el mismo lugar donde, años más tarde, iba a estar la cabecera de partido de General Madariaga.

                        En 1871 se produce la reorganización del gobierno local en la estancia “La Unión de Peña”. Era el alcalde o delegado del Juez de Paz, el mayordomo de la Estancia Juancho, de Guerrero. En 1872 se instala sobre la esquina del Divisadero, siendo alcalde el dueño de la pulpería “La Estrella”, ubicada en la huella que iba desde Juancho a Macedo para el sur y a Ajó para el norte.

            En 1872 Guerrero compra “Los Zorzales”, a los sucesores de Juan Lastra. A esa altura, el personal del establecimiento era de casi 300 hombres.

            Hacia 1880 el paraje contaba con las siguientes implantaciones edilicias: Esquina “San José”(antes  La Estrella), en el Divisadero; el almacén  “San Martín de Juancho”, de Bonifacio y Sierra, donde estaba la subcomisaría y la esquina de Cobanillas, cerca del actual cementerio, todos ellos en el campo de Zubiaurre:”La Esperanza”.

Hay un acontecimiento que hace de bisagra en la historia del Tuyú: En 1893 Carlos Guerrero arrienda la desmesura de su campo Laguna de Juancho a la firma Santiago Rocca Terrarosa y Hno., saladeristas de Magadalena y terratenientes en Pila. Un ejército de escribas y empleados de ambas partes participaron, ya que a la enorme cantidad de hacienda existente, se sumaron los inventarios de puestos, muebles y otras instalaciones que integraban el inmenso patrimonio. De golpe fueron desalojados más de 44 arendatarios y puesteros con sus familias, enseres y animales. El señor Manuel Guerrero, en nombre de su padre, en abril de 1894 remite una nota al Juez de Paz pidiéndole que, al tener que entregarlo libre de ocupantes el día 1° de mayo, haga notificar por medio del alguacil la orden de desalojo. Se les dio 10 días. Entre el 28 de abril y el 31 de mayo se expulsó a los medianeros, tercianeros y agregados que quedaban, con una resistencia que generó conflictos a familias desamparadas.

El desalojo masivo ocasiona una conmoción social que precipitó el proceso de formación de un pueblo en el partido del Tuyú. Ese vecindario silencioso e invertebrado que quedó a la deriva, asentándose en tierras ajenas, deambulando de un lado a otro con sus carros y majadas, en busca de trabajo o tierras en propiedad, formó la base de lo que dio en llamarse Pueblo Nuevo.

                      (1)-Nota de autora - John Simmison era primo de mi abuelo materno, Robert Annal, de origen escocés, quien vino al país como carpintero de la estancia “La Argentina” a instancias de su pariente. Casado con Carmen Magaldi, fueron padres de siete hjos. Figura  esta familia  entre los primeros pobladores del pueblo y colonia Divisadero.

 

 

 

LA HERENCIA GUERRERO

 

 

                        En 1897 fallece don Carlos José Guerrero y la extensa propiedad se divide entre sus hijos:

Luis Guerrero: casco de “Laguna Juancho” con 6871 has.

Catalina Guerrero de Martínez Ituño: “Los Zorzales” de 5271 has. más “La Providencia y “San Cayetano”

José Guerrero: “Felicitas”(2768 has.) y “Tapera Nueva-llamada luego “La Selva” -(4676 has.)

Enrique Guerrero: “Manantiales” y “La Vidalita” (3009 has) más Loma Alta.

Carlos Francisco Guerrero, Padre de Héctor Guerrero, fundador de Cariló: “Charles” (2389 has.) y “Dos Montes”(5171 has.)

Manuel Guerrero, padre de Valeria Guerrero, en cuyos campos se fundan Ostende, Pinamar y Valeria del Mar: “Las Lomas” (2551 has.) y “La Invernada” (5730 has.)

Antonia Guerrero de Albarellos: “El Rosario”(6045 has.) que vendió a su hermano Manuel y “San Martín” (2883 has.) donde posteriormente se levantó una sección de Gral. Madariaga.

Antonio Guerrero: “El Progreso” (2800 has.) y “Tío Domingo” (4285 has.) Futura colonia de Yugoeslavos

Jorge Guerrero: “Martín García” (8066has.)-su fracción medanosa es hoy Montecarlo- y “La Barrancosa” (2669 has.)