SEGUNDO INVIERNO EN SNOW HILL

El Antartic no aparecía y crecía la incertidumbre sobre el regreso.  Nordenskjöld decidió intensificar durante el mes de febrero de 1903 la caza de focas, pingüinos (de los que se usaba sólo la pechuga) y huevos de esas aves. Debían aprovisionarse antes de que estos animales huyeran del invierno antártico. El frío reinante, aún en verano, era suficiente para conservar la carne.

Ignoraban que el 12 de ese mes el Antarctic, apresado y triturado por los hielos, se había hundido a sólo 100 Km. de Cerro Nevado llevándose a los abismos marinos una invalorable carga de fósiles y muestras científicas de todo tipo.

Sobral debía sumar a la situación general su preocupación por la posibilidad de una guerra entre Chile y la Argentina. A fines de 1901, cuando el Antarctic partió hacia los hielos, las relaciones entre ambos países eran muy tensas y el conflicto parecía inevitable. Una comisión arbitral presidida por el coronel inglés Sir Thomas Holdich, se encontraba en la cordillera de los Andes tratando de determinar el límite entre dos naciones hermanas y resolver pacíficamente el grave diferendo. Representando los intereses argentinos se encontraba otro argentino notable: el Perito Francisco Moreno. En 1902 se llegó a un laudo equitativo que evitó un baño de sangre, pero Sobral no lo sabía.

El frío se intensificaba a medida que el invierno antártico retornaba. Así la soledad y la incomunicación con el mundo exterior se hacían más penosas; la disminución de las horas de luz que brindaba un sol cada vez más brumoso, tendían una mortaja sobre los espíritus de seis hombres aislados y bajo tensión en un frágil refugio de madera. Sobral escribió que la Antártida, en esa situación, se parecía mucho a la muerte. Sin embargo la rutina científica no se detuvo. Si un segundo invierno en esas condiciones era lo último que deseaban, para las observaciones y mediciones se presentaba la excepcional oportunidad de comparar dos años seguidos de registros completos. El entusiasmo y la vocación científica no fueron mellados por la difícil situación. 

A pesar de la hecatombe de pigüinos y focas efectuada durante el verano las provisiones empezaron a escasear a mediados del invierno. Bodman y Sobral dieron cuenta de uno de los perros que ya no podía ser mantenido. El café y el azúcar eran lujos extinguidos. La ropa y calzado ya no daban más; como los "inuits" (mal llamados esquimales) aprendieron a coser cueros de focas.

Nordenskjöld estaba decidido a no desaprovechar esa nueva invernada y a fines de setiembre salió a explorar toda la costa de la vecina isla de James Ross. Realizó el viaje en compañía de Jonassen. Fue una incursión llena de peligros, acosados por  contratiempos, tormentas de nieve y viento que generaron riesgos enormes y el congelamiento de una mano de Nordenskjöld problema que afortunadamente consiguió superar.

UN ENCUENTRO INESPERADO

El 12 de octubre completó la circunvalación de la isla pudiendo comprobar, fehacientemente, que era una isla y que un canal o estrecho -del Príncipe Gustavo-, la separaba de la Península Antártica.

Regresando a la estación invernal, tienen un sorprendente e inesperado encuentro. Tres figuras fantasmales e irreconocibles se aproximan. Andrajosos, sucios, tiznados por el hollín, con barbas y cabellos largos tardan en reconocerlos. Eran: el profesor Gunnar Andersson, geólogo, oceanógrafo y naturalista jefe científico de la expedición en ausencia de  Nordenskjöld. El Antarctic lo había embarcado en las islas Malvinas donde se encontraba realizando estudios científicos. El otro integrante era el teniente de artillería del ejército sueco S. A. Duse. Era el cartógrafo de la expedición y a bordo del Antarctic realizaba los estudios de meteorológicos-hidrográficos. El tercer hombre era Grunden un tripulante del barco.

El encuentro no develó la suerte del Antarctic y su gente, pero acentuó la certeza de que estaban en grave peligro y como ya había ocurrido con otros buques en esa región seguramente había sido destruido por los hielos.

Estos hombres eran una parte de la odisea del Antarctic. Desembarcados el 29 de diciembre de 1902 en la bahía que denominaron "Esperanza" (donde hoy se asienta la Base Antártica Argentina del mismo nombre) tenían planeado ir por tierra hasta la isla de Cerro Nevado para buscar a los seis habitantes de la estación invernal. Las dificultades para llegar por mar hasta la base de Nordenskjöld, los decidieron a tomar todas las previsiones correspondientes en el caso de que el barco, o ellos, llegaran primero; si no fuera así, dónde y hasta cuando esperarían unos a otros.

Lo único que no estaba en los planes fue el hundimiento del Antarctic. Como sea los tres hombres no pudieron llegar por tierra hasta Cerro Nevado y retornaron a la bahía, cuyo nombre se tornaría irónico esperando un barco que no llegaría jamás.

Durante la vana espera realizaron observaciones científicas, juntaron fósiles y cartografiaron la zona. Ante la inminencia del invierno construyeron un refugio de rocas, cazaron pingüinos y focas, porque las provisiones se estaban agotando y con serenidad se prepararon para afrontar una dura experiencia.

El 29 de septiembre de 1903, al disminuir las bajas temperaturas partieron nuevamente, para buscar a Nordenskjöld. El 14 de octubre lo encontraron cuando regresaba de la isla de Ross.

En la imagen de la derecha se puede ver la "tapera" de piedras que fue refugio de estos hombres valerosos. Es un mudo testimonio del sacrificio y la entereza de los hombres que han explorado la Antártida. La Base Esperanza la cuida con celo.

Jorge L. East

Telpin Educa

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