RUMBO A LA ANTÁRTIDA El joven entrerriano acababa de ser dado de alta de una lesión cuando el capitán de navío Onofre Betbeder le informó que había sido seleccionado para integrar la Expedición Antártica Sueca conducida por el Dr. Otto Nordenskjöld. La nota que el capitán Betbeder le envió concluía con las siguientes palabras: "El que suscribe piensa que la índole de esta importante misión que confía a Ud. sabrá ser debidamente apreciada y tratará por todos los medios de corresponder a la distinción de que ha sido objeto". ("El alférez Sobral y la soberanía argentina" Laurio H. Destefani) Ya sabemos cuanto hizo el joven Sobral por honrar esa confianza. Los hechos han demostrado lo acertada que fue su designación. Se sabe que el capitán Betbeder, comandante de la Fragata Sarmiento en su primer viaje de instrucción, tuvo oportunidad de evaluar las cualidades morales y profesionales de Sobral a lo largo de casi dos años de viaje. Su esfuerzo y conducta tuvieron premio. Así comenzó la aventura antártica de José María Sobral. Partió un 21 de diciembre de 1901 y regresó el 2 de diciembre de 1903. No sospechaba cuanto cambiaría su vida. UNA NUEVA VOCACIÓN La expedición polar fue una dura y enriquecedora experiencia. Poco a poco -y tiempo no le faltó-, su vocación científica fue madurando; la geología despertó fuertemente su interés y no podía tener mejor mentor y guía: Nordenskjöld ¡Nada menos!
Sobral tomando la altura del sol. La impensada extensión de su estadía antártica, a causa del hundimiento del Antarctic, seguramente le permitió afirmar su decisión. El dominio del idioma sueco también jugó un papel importante. Cuando la Uruguay lo rescató aquel 8 de noviembre de 1903 Sobral hablaba fluidamente la lengua de sus compañeros de aventura. Su excelente formación naval lo había capacitado para los estudios científicos; tenía una buena base. Así estaban dadas las condiciones para encarar una carrera científica...
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