SUR POPULARIDAD Y... Antes de partir para su país Nordenskjöld dio una conferencia en el teatro Politeama desbordado por tres mil personas deseosas de conocer la historia de una expedición épica. Al finalizar expresó la certeza de que la incursión de la Uruguay no sería la última que la Argentina haría en la Antártida y que él y su nación respaldarían una expedición así agregando que si un sueco participaba de ella esperaba que representara a su patria tan bien como Sobral lo había hecho con la suya. El científico sueco tenía al argentino en la más alta estima y consideración, luego de convivir con él por dos años en las situaciones más difícile, por eso en la misma conferencia resaltó que la República Argentina poseía en él a una persona con los conocimientos y experiencia necesarios para explorar las regiones polares del sur. Así, al regreso, no sólo se transformó en una figura famosa -cuya popularidad envidiaría el mejor de los artistas de cine-, el joven pero maduro Sobral también se reveló como un desenvuelto conferencista. No se dedicó únicamente a relatar sus experiencias en el llamado Sexto Continente; sus objetivos iban más allá del relato de una aventura o la descripción de un continente que aún hoy resulta sorprendente. Aprovechó esa oportunidad para abogar por la presencia argentina en la Antártida; con elocuencia expuso las razones tanto políticas como científicas que aconsejaban instalarse en tan lejanos confines. El patriotismo y la ciencia fueron sus guías permanentes. Fue el primer Premio Nobel argentino y latinoamericano, el Dr. Houssay, quién dijo alguna vez: "La ciencia no tiene Patria pero los científicos sí". Sobral fue la mejor expresión de ese concepto. Pocos días después de la partida de su amigo, y en el mismo teatro, el primer héroe antártico de la Argentina dio una conferencia auspiciada por el Centro Naval donde entre otras cosas importantes dijo: "Tomemos posesiones de esas tierras y dominemos esos mares, hoy inhabitados, pero que están a la misma latitud que otros en el norte, donde florecen ciudades populosas y cuya civilización nos ha dado muestras como Nordenskj[old, Larsen, Nansen. Pasarán los años, nuevas generaciones nos sucederán en el escenario de la vida, y cuando la población de mi país se cuente por centenares de millones, aquellos felices argentinos verán flamear su bandera en las poblaciones polares..." Seguramente a la luz de la historia actual su visión del futuro resultaba muy optimista, o tal vez ingenua, pero era el reflejo del idealismo de un espíritu noble y de la realidad de una Argentina que a principios del siglo XX se veía y sentía pujante. Es de destacar lo próximos que eran los puntos de vista científicos y patrióticos de José María Sobral y Francisco Pascasio Moreno. Luego de proponer que en vez de ejércitos de soldados había que mandar legiones de estudiosos al casquete polar antártico finalizó diciendo: "Señoras, señores: "Si os he fatigado, si he podido abusar de vuestra benevolencia, excusadme que no hay flores en el polo, ni más calor que el que brota del pecho del soldado, que en más de una ocasión ha debido buscar los colores de su patria en el blanco inmaculado de los hielos y en el azul de sus crepúsculos, para retemplar su espíritu que baten la fatiga y el aislamiento aterrador de esas regiones".(1) Entre las conferencias y otras obligaciones y actividades Sobral encontró tiempo para publicar en 1904 el relato de sus experiencias antárticas: "Dos Años entre los Hielos". Es un libro donde se mezclan los relatos de los momentos vividos con especulaciones inteligentes, agudas, sobre política antártica y las divagaciones poéticas y filosóficas de un espíritu e intelecto maduros para sus escasos 24 años. Su prosa es sencilla pero expresiva. El libro privilegia lo científico antes que el mero relato de aventuras. Su característica humildad lo aleja del protagonismo a pesar de que su participación en la Expedición Sueca fue relevante por mérito propio. Como ya vimos, el alférez Sobral quería agregar la ciencia a su profesión naval, creía que con una título en geología podría servir mejor a su país; seguramente pensaba, también, en aplicar esos conocimientos en la Antártida. Su pedido, ante la Armada Argentina para obtener una licencia que le permitiera estudiar en Suecia fue denegado. RUMBO AL NORTE Seguramente el joven marino no esperaba esa negativa, pero lo cierto es que en esa época no era frecuente que un científico revistara en las filas de ninguna marina . Los requerimientos tecnológicos de la época todavía no necesitaban de un marino-científico por lo tanto el pedido resultaba extemporáneo. Así, en tan dolorosa encrucijada, Sobral optó por pedir la baja total. En diciembre de 1904 dejó la Marina de Guerra -un año después de regresar de la Antártida-. En agosto de 1905 partió para Suecia. La prestigiosa Universidad de Upsala lo esperaba... (1) El Alférez Sobral y la soberanía Argentina en la Antátida. Laurio H. Destetefani. Página 238.
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