En Pinamar
Inauguración del edificio de la Escuela de EGB N° 6
Discurso del Director General de Cultura y Educación
Prof. Mario Oporto
Muchas gracias. Buenos días a todos los vecinos de Pinamar. Con mi equipo estamos muy contentos y agradecidos de poder compartir esta fiesta patria y, a su vez, la fiesta de la apertura de la Escuela N° 6, con Adriana, que es la Directora, y con todo su cuerpo docente y no docente. Y quiero agradecer mucho al Señor Intendente la compañía que me hace permanentemente.
Para nosotros, en la educación es muy importante el acompañamiento de los intendentes, quienes fueron elegidos por sus pueblos para que los representen y que se ocupen de la educación de sus hijos. Intendente Altieri, le agradezco mucho la compañía y la presión. Así uno sabe que hay que trabajar; cuando se cumple un objetivo hay que proponerse otro, uno nuevo. Yo siempre tuve una confusión, nunca supe muy bien por qué se les ponía número a las escuelas. Pero ahora me di cuenta que cuando uno tiene la Escuela 6 es porque falta la 7. Para eso sirve ponerle números a las escuelas.
La verdad, le decía a Adriana, es una alegría inmensa poder abrir escuelas, ampliar la matrícula, incluir más chicos en la escuela, darle facilidades a los chicos para que se eduquen en un lugar cercano a su casa, que todos tengan la oferta educativa que merecen y que necesitan, y realmente sería casi una obligación de época decir que lo hacemos en tiempos difíciles.
Como hoy es el Día de la Independencia, y recordamos el 9 de Julio de 1816, sería interesante y bueno que los argentinos tuviésemos conciencia de que hubo tiempos más difíciles, y que pudiésemos superar o eludir una visión de excesivo lamento de nuestro presente y tener una visión histórica de mayor amplitud frente a otros argentinos, hombres y mujeres como nosotros, que vivieron momentos de muchísimas dificultades.
No eran tiempos fáciles los de 1816, e igualmente, como decía recién el Intendente Altieri, un grupo de hombres se reunió en Tucumán, que no era tan cerca, no era fácil llegar como sucede ahora; eran días y días de viaje para decidir que íbamos a construir una nación con decisión soberana, y que dejábamos de ser una colonia.
A veces uno pierde de vista esos esfuerzos y esos sacrificios y esas situaciones; uno pierde de vista que la Argentina tuvo a Lima como capital durante más de dos siglos y que apenas recién estamos completando el siglo, un poco de más de un siglo que Buenos Aires es capital de la República. Uno pierde esa dimensión americana de nuestra epopeya y pierde de vista que en 1816, la situación internacional era espantosa; realmente no había una peor situación: había caído Napoleón, se restauraba la monarquía absoluta y había afán de revancha entre los monárquicos absolutos sobre las ideas republicanas. En 1816, todavía no teníamos muy claro si queríamos ser una república o una monarquía.
No eran tiempos tan fáciles. Y el Litoral no estaba en el Congreso de Tucumán, así que tampoco había tantos acuerdos. Y la guerra de la Independencia iba a durar ocho años más, hasta 1824, y la Guerra Civil iba a durar casi 60 años más.
No eran tiempos fáciles, pero igual se construía la Patria. Entonces me parece que no es bueno estar lamentándose sobre los tiempos como excusa para no construir la Patria, porque hubo momentos que se superaron y se construyó una Argentina grande. Y lo mismo digo de la escuela. Yo sé que hoy la escuela tiene excesivas responsabilidades: tiene que enseñar a los chicos a ser ciudadanos, a ser buenos argentinos, a ser buenos trabajadores, tiene que enseñar a leer y escribir bien, enseñar la historia, las ciencias, el arte, la educación física, aplicar las vacunas, quitar los piojos, alimentar, contener la violencia, atender a los padres.
La escuela es un escenario donde todo el mundo quiere actuar y, a veces, el director y los docentes están rebalsados, son demasiadas responsabilidades las que le han quedado a la escuela. Y yo pienso que la escuela sola no puede. No le pidamos a la escuela que pueda enseñar solidaridad si la sociedad de adultos no es solidaria; es muy esquizofrénico para los chicos enseñarles educación vial mientras los papás los llevan a la escuela cruzando semáforos en rojo. Le pedimos a la escuela que genere una especie de isla ideal de valores y de amor por el conocimiento y, afuera, la sociedad pareciera andar por otros andariveles. La escuela necesita de la sociedad.
De todas maneras, yo creo que a la escuela hay que pedirle todo eso y mucho más. Porque en el siglo XIX le pedimos que construyera la nacionalidad argentina y la escuela construyó los ritos de la nacionalidad argentina, construyó la unidad de la nacionalidad argentina, enseñó a querer los símbolos patrios, a sus próceres, la unidad nacional, la lengua única en un país de inmigrantes, la cohesión, integró a los desiguales. Realmente, pedirle hoy a la escuela que realice otra epopeya, la de reordenar esta sociedad fragmentada, me parece que es interesante para el siglo XXI.
Los congresales de 1816 tenían que construir una nación en un desierto, y construyeron una nación en un desierto. Y nosotros tenemos que seguir construyendo esta Nación. Yo estoy diciendo últimamente que ante tanta globalización, la respuesta fue la identidad local, el desarrollo local, la identidad pueblerina; fue como encerrarnos, resistiendo nuestra identidad cultural en el mundo local. Y está bien, pero en el medio ha quedado la Nación, entre la globalización y lo local ha quedado la Nación, y hay que construir la Nación.
Los congresales de 1816 también querían construir un Estado que habían heredado de la Corona, y lo tenían que hacer independiente y, luego, sus sucesores, moderno. En esta escuela, aquí, está el Estado; eso también es tener conciencia: aquí está el Estado. En el Municipio está el Estado, en la escuela está el Estado, brindando -en el caso de la escuela- saberes que no están en ningún otro lugar. Me parece que hay mucha herencia para pensar en 1816.
Los congresales creían en la unidad americana. Tenemos que construir la unidad sudamericana, ésa es otra epopeya del siglo XXI. Y en la escuela tenemos que volver a darle sentido a la educación sabiendo que la cultura y la ciencia son estratégicas para el desarrollo de la Nación. Creo que perdimos sentido de futuro y estamos recuperando sentido de futuro; tenemos que recuperar la idea que apostar a la cultura y a la ciencia es fundamental para nuestro futuro, entonces los chicos van a encontrarle sentido a educarse; se van a educar para ser más felices, porque uno se educa para ser más feliz, pero también se educa para que la Nación sea más grande.
En ese horizonte pensamos nuestro Plan Educativo, que Adriana señaló recién. Yo te pido, Adriana, que no lo obedezcas a rajatabla, que lo critiques, que lo enriquezcas. Quiero que el compromiso sea, además de eso porque realmente a mí me interesa, que lo que pensamos entre todos después ocurra en las aulas, porque si no ocurre en las aulas, de nada sirve.
Aparte de ese compromiso que mostró la Directora, y que yo agradezco y que me da mucha confianza, también quiero que sepan que lo que nosotros pensamos está para enriquecerse, para abrirlo, para cambiarlo, para mejorarlo, para adaptarlo a las realidades locales. Creo que ésa es la forma de participación, y yo decía que las cosas realmente tienen que ocurrir en las aulas, porque de nada vale que yo lance un plan de lectura si después los chicos en las aulas no leen. Me sirve para aparecer en un diario pero lo que yo quiero es que la educación sea mejor.
Y hay un ejemplo que estoy dando últimamente, que quiero repetir aquí. Cuando nosotros planteamos 180 días de clases, de nada vale que el Ministro diga que hubo tantos días de clases, porque lo que vale es cuántos días los chicos tuvieron clases en serio. Yo puedo decir que hubo 180 días de clases porque hubo 184, menos dos feriados y un paro, o lo que haya. Pero ¿cuántos días de clases tuvo realmente cada chico en cada aula?, ¿cuántos días faltaron?, ¿cuántos días faltó su docente?, porque en la suma de sus ausencias y de las ausencias de sus docentes están los días reales de clases.
Entonces digo: todo lo que hagamos tiene que ocurrir en las aulas y en la escuela, y con discursos como el de Adriana, uno renueva la confianza en la escuela bonaerense.
Yo decía que éste es el Estado, y realmente si hubo algo que quedó de pie en el Estado en Argentina, fue la escuela. Cuando se desorganizaban todas las instituciones, las más prestigiosas -los bancos, las industrias, las instituciones políticas-, la escuela abría todos los días, daba clases, daba clases con resultados como los que todos queremos, aunque realmente todos queremos mejores resultados. Y es por eso que hay que hacer una escuela basada en todas las calificaciones que recién detalló la Directora. Basada en la exigencia, en el amor, en el entusiasmo por enseñar y por aprender, con visión de futuro, con ganas de esforzarse, convencidos del camino largo, de que no hay atajos para la felicidad, de que no hay atajos cortos.
Si uno realmente piensa en la Independencia y en lo que vino después, en el sueño del siglo XIX, que fue poblar y educar y hacer de esto una Nación, puedo pensar en este lugar. Pinamar se está poblando y quiere educar a quienes vienen aquí, y tener oferta educativa. Nosotros también queremos acompañar esta epopeya que tiene que tener el sueño de la modernidad, y es por eso que a deudas del siglo XIX, como la alfabetización -la deuda del siglo XX es unir la educación con el trabajo-, le tenemos que agregar los desafíos del siglo XXI que se representan en la sociedad de la información, del conocimiento. Entonces alfabetizar, leer, escribir, amar el libro y amar Internet; las dos cosas.
Muchas gracias. Que tengan muchas felicidades.